Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1886 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 18 de noviembre de 1886
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 66, 1706-1708
Tema: Modificaciones ministeriales y programa de Gobierno del Gabinete actual

Señores Diputados, el Gobierno de S. M., al presentarse por primera vez a las Cortes del Reino después del interregno parlamentario que acaba de transcurrir, y como homenaje de respeto a la Representación nacional, se apresura con mucho gusto a dar todas aquellas explicaciones que hacen necesarias los cambios que en aquel interregno ha experimentado.

El Ministerio que dejasteis al terminar la primera parte de esta legislatura se ha modificado, primero, con la salida del Ministerio de Hacienda del Sr. Camacho y su sustitución por el Sr. Puigcerver, y después con la crisis ministerial ocurrida en el próximo pasado mes; y de una y otra modificación me creo en el deber de dar sucinta cuenta a los representantes del país, sin perjuicio de mayores esclarecimientos que acaso sean precisos en ulteriores debates.

A fines de la primera parte de esta legislatura, el Sr. Camacho creyó encontrar, no sólo de parte de algunos Sres. Diputados de la mayoría, sino hasta de parte de algunos de sus mismos compañeros de Gabinete, ciertas dificultades de orden administrativo, que embarazaban, a su juicio, los planes financieros que él creía necesarios para la mejor gestión de la Hacienda pública; y fundado en esta creencia, adoptó la resolución de abandonar el Ministerio. Para disuadirle de este propósito hice cuantos esfuerzos estuvieron a mi alcance, no sólo en atención a los eminentes servicios que había prestado y podía seguir prestando al frente de un departamento que tan bien conocía y sabía dirigir, sino porque no quería privarme de los consejos y experiencia de una persona de las condiciones morales y políticas de tan ilustre patricio; pero todos mis esfuerzos se estrellaron ante la resolución irrevocable del digno Ministro, y con harto sentimiento de mi parte, me vi precisado a proponer a S. M. que admitiera su dimisión, al mismo tiempo que su sustitución por el Sr. López Puigcerver, a cuyos notorios merecimientos, a cuya por todos reconocida aptitud para desempeñar aquel departamento, reunía la ventaja de que, siendo él a la sazón Presidente de la Comisión de presupuestos, indicado por el mismo Sr. Camacho, nadie mejor que el Sr. López Puigcerver podía conocer sus planes y estaba en mayores facilidades para seguir sus mismos derroteros.

Dificultades que se ofrecen a todos los Gobiernos en todas partes, pero muy especialmente en los países tan agitados por la discordia, como desgraciadamente se halla el nuestro, produjeron un disentimiento momentáneo entre los Ministros que constituían el anterior Gabinete, cuyo hecho dio por resultado la dimisión de todo el Ministerio; porque siendo inevitable, por los accidentes y por las circunstancias que produjeron aquel disentimiento, que al menos los Ministros de la Guerra y de Marina consideren de su imperioso deber presentar sus dimisiones a S. M., no puede extrañar a nadie que en estos naturales impulsos les siguieran todos sus compañeros, con tanto mayor motivo, cuanto que en todos los puntos, absolutamente en todos, incluso en la cuestión del indulto, habíamos estado todos los Ministros, así los Ministros civiles como los Ministros militares, en perfecto acuerdo. Su Majestad se dignó a aceptar la dimisión del Ministerio, al mismo tiempo que me dispensó la confianza de encargarme de la reorganización del mismo; y enterados mis compañeros de esta Real resolución, los más, si no todos, tuvieron la bondad de darme un voto de confianza para que dispusiera de ellos, ya para formar parte del nuevo Ministerio, ya para dejarles fuera, según fuese, a juicio mío, más conveniente a los intereses del partido, de la Monarquía y de la Patria. Entonces yo quise limitar la crisis a la salida de los Ministros de la Guerra y de la Marina, ya que aquella era inevitable; pero temiendo que esto pudiera interpretarse como una división entre los elementos civiles y los elementos militares del partido liberal; división que no había existido en ningún asunto de los que había tratado aquel Ministerio, creí conveniente que a los Sres. Ministros de la Guerra y de Marina [1706] acompañaran por lo menos otros dos Ministros civiles, y a ser posible, de los que hubieran opinado de distinta manera en la cuestión que produjo el disentimiento; así como entendí también, que entre los Ministros que debían quedarse como base de la reorganización del Ministerio, era forzoso que existiesen las opiniones que habían figurado en aquella misma cuestión, pues quería demostrar que la diversidad de juicio en tan grave y tan triste asunto en aquellos momentos difíciles, no era debida seguramente a la diferencia de criterio en el sentido estricto de doctrina o de derecho, sino al distinto modo de apreciar las circunstancias del momento y las consecuencias que de aquellas pudiera surgir para el porvenir de las instituciones y de la política española, a tal punto, que ha pasado aquel momento, y recobrando cada Ministro su propio sentido de derecho, todos volvimos a estar y a vivir en la misma unanimidad en que hasta entonces habíamos vivido.

Trazadas las líneas generales, dentro de las que había de marchar y desenvolverse la crisis, procedí a su ya fácil y pronta solución. ¿Qué Ministros salían del Ministerio? ¿Qué Ministros se quedaban? Aquí hubo una verdadera competencia de abnegación y de patriotismo por parte de todos los compañeros; todos deseban salir, pero todos estaban dispuestos a hacer aquel sacrificio que a las instituciones conviniera.

No hay que hablar, al efecto, del entonces Ministro de la Gobernación Sr. González, dispuesto siempre a sacrificarse por su partido y por las instituciones, y a quien deseo yo siempre también tener a mi lado, por considerarle como uno de mis amigos más fieles. Los trabajos de su departamento habían quebrantado tan hondamente su salud, que yo debía preocuparme más de la curación de mi buen amigo que de los servicios que me pudiera prestar mi leal correligionario. El Sr. González dejó, pues, el Ministerio por enfermedad, como de cualquier modo lo hubiera dejado, aún cuando la crisis no hubiese sobrevenido.

El Sr. Gamazo creyó desde un principio que debía ser uno de los Ministros civiles que acompañaran en su salida a los Sres. Ministros de la Guerra y de Marina, y que sus servicios al Gobierno y a la institución, modestos en su juicio, pero inapreciables en el mío, y yo creo que igualmente en el de todos los que le conozcan y traten, debían ser más útiles en estos momentos prestándolos desde el banco del Diputado que desde el banco del Gobierno.

A esto pensaba yo limitar la crisis; pero ocurrió una dificultad, que yo no ocultaré, confesando la verdad a los Sres. Diputados, porque lo mejor en estos asuntos es decirla toda por completo.

Yo no tendré nunca palabras bastante expresivas para hacer justicia a la abnegación y al patriotismo de mi distinguido amigo el Sr. Montero Ríos, ni gratitud suficiente para agradece la deferencia con que una y otra vez ha cedido a mis cariñosas instancias. Entró en el Gobierno, como todo el mundo sabe, cuando el cargo de Ministro era verdaderamente un puesto de honor, movido por la gravedad de las circunstancias y sólo mientras esta gravedad durara, y aún, si no estoy equivocado, me parece que me fijó como plazo el de tres meses. Pues bien, Sres. Diputados; pasó este plazo y pasaron otros, y el Sr. Montero Ríos tuvo la bondad una y otra vez de ceder a mis deseos de que continuar en el Ministerio, aún en momentos de gran pesadumbre para su alma, herida por horrible desgracia, y cuando necesitaba, como lenitivo a su dolor, la soledad del retiro, y como consuelo a su pena las tiernas caricias de su amante familia.

Recordando todo esto, aún en la última crisis, tenía yo la esperanza de que cediera también a mi ruego de que permaneciera en el Ministerio; y lo habría logrado si, como pude ofrecerle la realización de todo nuestro programa en todas sus partes, me hubiera sido dado asegurarle la realización de ciertas reformas que no tienen nada de común con nuestro programa, y que no estaba en mi mano prometer y conseguir de la manera y con el radicalismo con que él las deseaba; y por esta razón tuve que ceder a su reiterado propósito de abandonar el Ministerio, dejándole salir de él con harto sentimiento mío.

Aceptada por estas diversas razones la dimisión de estos tres Sres. Ministros, me era de todo punto indispensable, para que mi pensamiento no fracasara, la permanencia de los otros tres, que pude conseguir, no sin gran trabajo en cuanto al Sr. Alonso Martínez, que empeñado desde un principio en abandonar el Ministerio, cedió al fin a las reiteradas instancias de todos sus amigos, ya que las mías solas no habían sido suficientes, e hizo lo que hace siempre: sacrificar sus intereses personales en aras de más altos intereses; en beneficio de su partido y en bien de las instituciones.

Sobre esta base, del Ministerio de Estado desempeñado por el Sr. Moret, cuya significación y cuyas condiciones excepcionales no tengo que repetir a la Cámara porque son notorias; del Ministerio de Hacienda, a cargo del Sr. Puigcerver, y del Ministerio de Gracia y Justicia, de quien ya he hablado; sobre esta base, me propuse formar el Ministerio de tal modo, que significara, en cuanto a la ponderación de los diversos elementos de la mayoría, lo mismo, exactamente lo mismo que el Ministerio anterior, para que ni aún los más cavilosos y suspicaces, vieran distinta organización política en uno que en otro Ministerio. Este Ministerio, pues, es, bajo este punto de vista, continuación del Ministerio anterior; tiene sus mismos compromisos y realizará el mismo programa, fundado en la fórmula suscrita por los Sres. Montero Ríos y Alonso Martínez, fórmula hoy más obligatoria, si cabe, que lo era para el Gobierno anterior, precisamente porque en este Gobierno no se encuentra uno de sus autores.

Ahora bien, Sres. Diputados; con los proyectos de ley ya presentados por el Ministerio anterior y con los que este Ministerio presentará inmediatamente al Congreso y al Senado, irá el Gobierno cumpliendo todo su programa, seguro de que en esta primera parte de la legislatura y en la siguiente, quedará realizado casi por completo aquel propósito con el programa parlamentario que voy a tener la honra de leer a los señores Diputados:

Por la Presidencia del Consejo de Ministros.

Proyectos de ley sobre el ejercicio de la jurisdicción administrativa.

Proyecto de ley de empleados.

Proyecto de ley de compatibilidades.

Ministerio de Estado.

Relaciones con la América española en armonía con la creación de líneas de navegación. [1707]

Ministerio de Gracia y Justicia.

Proyecto de bases del código civil.

Proyecto de bases del código penal.

Proyecto de ley orgánica de tribunales.

Proyecto de ley del Jurado.

Ministerio de la Guerra.

Proyecto de ley transitoria para mejora de retiros.

Proyecto de ley de división territorial militar.

Proyecto de ley fijando el cuadro de la oficialidad del ejército.

Proyecto de ley para la organización de la Administración militar.

Y otros proyectos que el Ministro del ramo tiene en estudio.

Ministerio de Marina.

Proyecto de ley de creación de fuerzas navales.

Creación de las grandes industrias de construcción en España (blindajes, cañones, maquinaria, etc.).

Ministerio de Hacienda.

Proyectos de leyes auxiliares a la de presupuestos.

Proyecto de ley de presupuestos.

Ministerio de la Gobernación.

Proyecto de reforma de la ley de policía de imprenta.

Proyecto de ley sobre las clases obreras.

Proyecto de reforma de la ley de reemplazos.

Proyecto de reforma de la ley municipal.

Proyecto de ley de asociaciones.

 

Ministerio de Fomento

Proyecto de ley de colonias agrícolas.

Proyecto de ley de crédito agrícola.

Plan sobre ferrocarriles de vía estrecha.

Y otros proyectos que el Ministro del ramo tiene en estudio.

Ministerio de Ultramar.

Ley provincial para las islas de Cuba y Puerto Rico.

Líneas de navegación y medidas especiales para Filipinas.

Proyecto de ley de presupuestos para Cuba y Puerto Rico.

Como veis, Sres. Diputados, larga es la tarea que el Gobierno os ofrece; pero aún falta algo para completar los propósitos del Gobierno, y es la fórmula del sufragio y la ley electoral que sobre ella ha de establecerse; pero lo mismo la fórmula del sufragio que la ley electoral, no cree el Gobierno que deben ser presentadas en el momento, no porque tenga temor ninguno en abordarlas, sino porque entiende que la aprobación de la ley electoral trae aparejada la muerte de estas Cortes, y con la muerte de estas Cortes viene también, como inevitable, un nuevo aplazamiento de las reformas liberales que el Gobierno, con el concurso de estas Cortes, está obligado a realizar.

Tal es, Sres. Diputados, el pensamiento del Gobierno, con toda franqueza expuesto. Para las reformas liberales, es claro que dentro de su pensamiento el Gobierno ha de dar la preferencia a todos aquellos problemas que se relacionan con el orden público y con la reorganización del ejército; para las reformas liberales, al Gobierno le basta con el apoyo de sus amigos, que confiadamente espera obtener; pero para la resolución de los grandes problemas que se relacionan con el orden público y con la reorganización del ejército, el Gobierno necesita y demanda, no sólo el apoyo de sus amigos, sino el auxilio de todos los partidos y el concurso de todos los ciudadanos honrados. Porque, Sres. Diputados, sin una gran confianza en el reposo público y sin una inquebrantable disciplina en la fuerza armada, ¡ah, señores! Todo lo que hagamos es inútil, imposible la vía social. He dicho. (Aprobación). [1708]



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